Milo y Lila en Formentera

Había una vez dos gatos muy curiosos: Milo, un gato blanco con una manchita negra en la nariz, y Lila, una gata atigrada de ojos verdes que brillaban como esmeraldas. Vivían juntos en una casa al borde del mar, soñando con aventuras en islas lejanas.

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Los Tres Gatos y el Guardián de las Estrellas

Había una vez, en un rincón escondido del océano Pacífico, tres gatos aventureros llamados Ra, Ka y Horus. No eran gatos comunes: podían hablar, entendían mapas antiguos y tenían un gran sueño: explorar la Isla de Pascua y descubrir el secreto de las estrellas.

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El gato de cinco patas y la isla mágica

Había una vez, en un pueblecito de la isla de Ibiza, un gato llamado Timo. No era un gato cualquiera: tenía cinco patas. La quinta patita le había crecido desde que era muy pequeño, y aunque lo hacía diferente, a Timo le causaba problemas para correr, trepar y cazar mariposas como los demás gatos.

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Bastet y la luna de Formentera

Había una vez, en un pequeño pueblo costero, un gato negro de ojos dorados llamado Bastet. Era curioso, soñador y un poco travieso. Aunque le gustaba corretear por las calles y dormir al sol en los tejados, lo que más le fascinaba era la luna.

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Ra y el viaje al Mundo de los Hechiceros

Había una vez un gato llamado Ra, con unos ojos tan azules como el cielo en primavera. No era un gato común: llevaba siempre un pequeño collar dorado que brillaba bajo el sol y tenía un corazón valiente, lleno de amor por su mejor amiga, Luna, una gatita de pelaje gris suave como la nube más tierna.

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Thot y el alma robada

Había una vez un gato negro de ojos brillantes llamado Thot. No era un gato cualquiera: le gustaba mirar las estrellas y escuchar las historias del viento. Una noche, mientras perseguía luciérnagas, entró sin darse cuenta en un portal escondido entre los arbustos de un jardín.

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El viaje de Ka a Formentera

Había una vez un gato pequeño y de pelaje gris llamado Ka. Vivía en un puerto donde los barcos iban y venían, pero él se sentía solo: los otros gatos jugaban en grupo y los perros del muelle siempre lo asustaban.

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