En un puerto junto al mar,
vivía un gato sin igual.
Se llamaba Osiris, de ojos dorados,
curioso y valiente como pocos gatos.
Pero una noche el cielo crujió,
como un espejo que se quebró.
Pedazos de luz caían al suelo,
y el mundo temblaba bajo su velo.
Una estrella le habló al pasar:
—En Formentera hallarás la verdad.
Solo allí podrás encontrar la razón
que salvará al mundo de la destrucción.
En la isla azul conoció Osiris
a seres buenos, alegres y felices:
Luma, lagartija de cola brillante,
corría dejando un rastro radiante.
Brisa, gaviota de alas de viento,
sabía volar siguiendo el tiempo.
Tilo, tortuga de voz pausada,
guardaba historias nunca contadas.
Los tres le dijeron con tono sincero:
—El Faro de Sueños perdió su lucero.
Si no lo encendemos con fe y amistad,
el mundo se hundirá en la oscuridad.
Juntos cruzaron dunas cantoras,
bosques que cambian de forma a todas horas,
y acantilados de espuma brillante,
donde el mar rugía como un gigante.
Luma alumbró el sendero escondido,
Brisa guió el vuelo perdido,
Tilo entonó la canción antigua,
y Osiris, valiente, la luz activa.
Con su patita tocó el cristal,
y el Faro brilló como un manantial.
El cielo volvió a ser azul sereno,
y el mar susurró un canto pequeño.
Desde aquel día, en noches de calma,
Formentera guarda un faro en el alma.
Y quien lo mira, en su resplandor,
ve los ojos de un gato lleno de amor.
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