Había una vez un gato llamado Ra, con unos ojos tan azules como el cielo en primavera. No era un gato común: llevaba siempre un pequeño collar dorado que brillaba bajo el sol y tenía un corazón valiente, lleno de amor por su mejor amiga, Luna, una gatita de pelaje gris suave como la nube más tierna.
Un día, mientras Ra jugaba en el jardín, escuchó un estruendo y un destello de luces extrañas. Cuando corrió a buscar a Luna, descubrió que había desaparecido. Un anciano búho, que todo lo sabía, le contó la verdad:
—Luna ha sido llevada al Mundo de los Hechiceros. Solo un corazón puro podrá rescatarla.
Ra no dudó ni un segundo. Corrió hasta la colina donde vivía Nieve, un caballo blanco de crin plateada, que era su amigo fiel.
—Nieve, necesito tu ayuda. ¡Han raptado a Luna!
El caballo relinchó con fuerza, como diciendo “¡vamos allá!”, y juntos partieron bajo la luna creciente.
El camino hacia el Mundo de los Hechiceros estaba lleno de pruebas mágicas. Primero cruzaron un bosque donde los árboles hablaban y trataban de confundirlos. Ra, con sus ojos azules brillando en la oscuridad, supo seguir siempre el camino correcto.
Más adelante, tuvieron que atravesar un río de fuego. Nieve, con un salto majestuoso, voló por encima de las llamas mientras Ra se aferraba a su lomo con valentía.
Finalmente llegaron a la torre de cristal, donde Luna estaba prisionera en lo alto. El hechicero guardián, envuelto en una capa negra, les detuvo:
—Para recuperar a la gatita, debes responder a mi acertijo:
"¿Qué es lo único que crece cuanto más se comparte?"
Ra pensó y pensó, hasta que sonrió.
—¡El amor! —maulló con firmeza.
El hechicero se sorprendió, pero la magia de la verdad era más fuerte que su poder oscuro. La torre se iluminó, y la puerta se abrió sola. Luna salió corriendo y abrazó a Ra con un ronroneo feliz.
Juntos, los tres amigos regresaron montados en Nieve, dejando atrás el Mundo de los Hechiceros. Desde aquel día, Ra y Luna siguieron jugando bajo las estrellas, sabiendo que nada, ni la magia más poderosa, podría separar un corazón valiente de quien más ama.
Y así, bajo un cielo azul como los ojos de Ra, vivieron siempre con alegría.
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