Había una vez un gato curioso,
de bigotes largos y andar sigiloso.
Se llamaba Aten, de mirada valiente,
soñaba con mundos y nieve brillante.
Una noche escuchó un canto lejano,
era un susurro frío, un llamado temprano.
“¡Ven Aten, tus padres están prisioneros,
en el Mundo de Hielo, en palacios de hieleros!”
Con paso ligero y cola enredada,
tomó su bufanda de lana rayada.
Cruzó montañas, mares y ríos,
hasta que el viento le mostró los caminos.
En la frontera del reino escarchado,
un gigante de nieve se alzó enojado:
—“Pequeño minino, ¿qué vienes a hacer?
Aquí los viajeros no suelen volver.”
Aten maulló con fuerza y destreza:
—“Busco a mis padres, ¡no hay quien me detenga!”
El gigante dudó, lo dejó pasar,
y Aten siguió firme, dispuesto a luchar.
En su camino halló compañía:
una hormiga valiente con gran energía,
un elefante amable de orejas de abrigo,
y un hada risueña que dijo: “¡Te sigo!”
Juntos cruzaron cuevas brillantes,
donde vivían dioses peludos y errantes.
Rugían tan fuerte, temblaba el suelo,
mas Aten no temía, ¡tenía un anhelo!
El hada lanzó destellos de luz,
la hormiga encontró un túnel astuto,
el elefante sopló con su trompa,
y Aten saltó alto con garras dispuestas.
Los dioses peludos, cansados de guerra,
dejaron el paso hacia aquella sierra.
En lo alto, entre muros de hielo,
Aten halló a sus padres con celo.
—“¡Hijo querido!” —maullaron contentos—
“Sabíamos que cruzarías tormentos.
Tu valor y tus nuevos amigos leales
derrotaron pruebas, gigantes y males.”
De regreso al hogar brillaba la aurora,
Aten maullaba, la aventura no llora.
Pues aprendió que el amor verdadero
vence al gigante y al dios más fiero.
Y desde ese día, bajo el cielo estrellado,
el gato Aten vive feliz y abrazado,
con hormiga, elefante y hada viajera,
¡soñando aventuras de nueva manera!
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