Amon y el Fin del Mundo

Publicado el 1 de septiembre de 2025, 9:40

En un pueblo de tejados, de geranios y campanas,

vivía el gato Amon, con sus patas muy livianas.

Su pelaje era brillante, de color gris plateado,

y en sus ojos dos luceros de misterio reflejado.

 

Pero Amon no dormía, no soñaba como otros,

pues su gatita amada había partido a horizontes.

Decían que habitaba en un lugar sin segundo:

"Más allá de lo visible… en el mismo Fin del Mundo."

 

Amon sintió en su pecho la llamada de su amada,

y partió una madrugada con la luna plateada.

“¡No me importa la distancia, ni la bruma, ni el abismo!

La buscaré con coraje, pues sin ella no me vivo.”

 

Primero cruzó un bosque de raíces entrelazadas,

donde las ramas susurraban palabras encantadas.

Los árboles le decían: “¿Seguro quieres pasar?

Este bosque está hechizado, te podría atrapar.”

 

Amon, con paso ligero, siguió sin dar un rodeo,

y un zorro apareció riendo con un lazo de deseo.

“Si respondes tres acertijos, el sendero abriré,

si fallas, pobre gatito, ¡para siempre aquí estaré!”

 

Con paciencia respondió, uno a uno, cada juego,

y el zorro, sorprendido, le dejó seguir su ruego.

“Valiente eres, viajero, tu amor te da gran razón,

sigue el curso del camino, guía bien tu corazón.”

 

Después llegó a un puente sobre un río espumoso,

las cuerdas crujían fuerte, el vacío era horroroso.

El viento soplaba arisco, casi lo hacía caer,

pero Amon recordó a su amada y siguió sin retroceder.

 

“Un paso por tu sonrisa, otro paso por tu voz,

un salto por tu perfume que aún vive en mí veloz.”

Y así, con versos callados que le daban confianza,

cruzó el puente sin temores y ganó la esperanza.

 

Más adelante encontró un valle de espejismos,

donde aparecían mil caminos y promesas sin realismo.

Allí vio a su gatita, llamándolo dulcemente,

pero al tocarla desaparecía, riéndose la corriente.

 

Amon cerró los ojos, respiró con calma y fe:

“Mi corazón me guía, yo sabré dónde se ve.”

Y así, dejando las trampas que la magia le ofrecía,

halló la senda escondida, la que en verdad lo dirigía.

 

Llegó después a una caverna con cristales titilantes,

donde duendes diminutos cantaban como diamantes.

Le entregaron un amuleto con destellos de esperanza:

“Cuando llegues a la puerta, usa bien tu confianza.”

 

“Sólo el gato que persigue con amor puro y sincero,

puede abrir el Fin del Mundo y su mágico sendero.”

 

Tras montañas y llanuras, tras tormentas y caminos,

Amon llegó finalmente donde acaban los destinos.

El Fin del Mundo brillaba con estrellas encendidas,

y una puerta cristalina resguardaba las salidas.

 

Puso el amuleto en medio, y la puerta se abrió al viento,

mostrando un campo dorado, lleno de luz y contento.

Y allí, bajo un árbol blanco, con mirada emocionada,

estaba su dulce gatita, esperándolo encantada.

 

Se abrazaron ronroneando bajo el cielo sin medida,

las estrellas celebraban la victoria conseguida.

El amor había guiado al viajero hasta su amada,

y en su corazón supieron: ningún muro los separaba.

 

Desde entonces cuentan todos, en aquel pueblo lejano,

que si amas con valentía, el destino está en tu mano.

Y Amon, con su gatita, vive alegre cada día,

recordando que el amor… es la magia que nos guía.

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios