Había una vez un gato pequeño y de pelaje gris llamado Ka. Vivía en un puerto donde los barcos iban y venían, pero él se sentía solo: los otros gatos jugaban en grupo y los perros del muelle siempre lo asustaban.
Una noche, mirando al mar, Ka suspiró:
—Ojalá encontrara amigos de verdad…
Entonces, entre las olas brilló una luz. Era el Dios de los Gatos, un felino enorme con ojos dorados como el sol.
—Ka, si quieres amigos, deberás ir a la isla de Formentera. Allí se esconden los misterios del mar y la amistad verdadera.
Ka temblaba de emoción y de miedo.
—¿Yo… solo?
En ese momento apareció el Dios de los Perros, alto y fuerte, con orejas de fuego y mirada amable.
—Nadie viaja solo cuando busca amigos. Yo también te acompañaré —dijo.
Y así, los tres emprendieron el viaje en una barquita de madera.
En mitad de la travesía, un banco de medusas gigantes rodeó la barca. Sus tentáculos parecían querer atraparlos. Ka se acurrucó, pero el Dios de los Perros ladró tan fuerte que las olas se alzaron y apartaron a las medusas.
Más adelante, apareció un faro misterioso en medio del agua, como si flotara.
—Es un engaño —advirtió el Dios de los Gatos—. Si lo seguimos, nunca llegaremos.
Con un salto ágil, Ka tocó el timón y mantuvo el rumbo correcto.
Cuando por fin llegaron, la isla los recibió con playas blancas y aguas transparentes.
Pero allí encontraron un último desafío: un laberinto de rocas que solo se abría con una palabra mágica.
—Yo no sé ninguna palabra mágica… —murmuró Ka.
El Dios de los Gatos sonrió:
—La magia más poderosa es la que nace del corazón.
Ka cerró los ojos y dijo:
—¡Amistad!
Las rocas se apartaron, y al otro lado aparecieron gatos y perros jugando juntos. Le dieron la bienvenida con risas y carreras.
Los dos dioses hablaron al unísono:
—Has aprendido que los amigos se encuentran cuando compartes valor, confianza y cariño.
Desde entonces, Ka nunca volvió a estar solo. En Formentera halló no solo amigos, sino una gran familia de gatos y perros que lo aceptaron tal como era.
Y cada vez que miraba el mar, recordaba el viaje con los dos dioses que le enseñaron que la verdadera amistad se construye con coraje y corazón.
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