Los Tres Gatos y el Dragón de la Sabiduría

Publicado el 31 de agosto de 2025, 11:22

Había una vez, en un pequeño pueblo blanco de la isla de Ibiza, tres gatos muy especiales. Se llamaban Horus, Ka y Ra, y aunque parecían gatos normales, en realidad eran guardianes mágicos del conocimiento antiguo.

Un día, mientras descansaban bajo una higuera, una lechuza mensajera les trajo una noticia inquietante:

—¡El Gran Dragón de la Sabiduría se ha despertado en las montañas de Es Vedrà! ¡Está enfadado y ha escondido todos los libros de la isla!

Los tres gatos se miraron y, sin dudarlo, se pusieron en marcha. Llenaron sus mochilas con galletas de atún, mapas antiguos y una brújula encantada, y comenzaron su viaje por las montañas mágicas de Ibiza.

 

Primer Reto: El Bosque de los Espejismos

El primer lugar al que llegaron fue un bosque espeso donde todo parecía moverse y cambiar. Árboles que caminaban, piedras que hablaban y caminos que se deshacían.

Ka, el más curioso, casi cayó en un pozo ilusorio, pero Horus, con sus grandes ojos sabios, lo salvó justo a tiempo.
—Este bosque nos prueba con nuestros miedos —dijo Horus—. Debemos confiar el uno en el otro.

Ra, que era muy valiente, cantó una canción ancestral que hizo que los árboles dejaran de moverse y mostraran el camino verdadero.

 

Segundo Reto: La Cueva del Silencio

Más arriba, encontraron una cueva oscura donde nadie podía hablar. Cada vez que intentaban maullar, las palabras se convertían en burbujas flotantes.

Ka, que era muy listo, recordó una leyenda que decía:
El silencio no es enemigo, sino puerta al entendimiento.

Los tres gatos comenzaron a comunicarse con gestos, ronroneos y pequeños dibujos en la arena. Así, lograron abrir una puerta secreta, hecha de luz, al otro lado de la cueva.

El Encuentro con el Dragón

Horas después, llegaron a la cima de la montaña, donde el Gran Dragón de la Sabiduría dormía sobre una montaña de libros antiguos. Sus escamas brillaban con letras doradas y su aliento olía a pergamino.

Cuando despertó, su voz hizo temblar el suelo:

—¿Por qué habéis venido, pequeños felinos?

Horus dio un paso adelante:
—Los niños ya no tienen cuentos, los sabios han perdido sus notas, y la isla está triste sin sus historias.

El dragón los miró largo rato… y sonrió.

—No estaba enfadado —dijo el dragón—. Solo estaba esperando que alguien mereciera este tesoro. La sabiduría no se regala. Se busca con valor, trabajo y corazón... y vosotros lo habéis demostrado.

Con un soplido de fuego azul, el dragón devolvió los libros a su lugar en el mundo, y entregó un regalo a cada uno de los gatos:

  • A Horus, un collar con un ojo de luna para ver la verdad.
  • A Ka, una pluma mágica para escribir nuevas historias.
  • A Ra, un pequeño tambor que contaba cuentos al ritmo de sus latidos.

Desde entonces, Horus, Ka y Ra se convirtieron en los Guardianes de los Cuentos de Ibiza, y cada noche, bajo las estrellas, compartían historias con todos los que quisieran escuchar.

Y si alguna vez vas por las montañas de Es Vedrà y ves tres sombras felinas bailando al atardecer, ya sabes quiénes son.


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